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¿Qué estrategia terapéutica adoptar ante un caso de Síndrome de Fatiga Crónica?

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(Newsletter mayo 2016)

Dr. Marc Bouchoucha (Niza, Francia)

Introducción

El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC), también conocido como encefalopatía miálgica, es una enfermedad que se presenta como un estado de fatiga repetido y recurrente que puede venir acompanado de infecciones y de numerosos síntomas reumatológicos o neuropsiquiátricos1,2. Se trata de una enfermedad compleja cuyo diagnóstico y tratamiento representan un reto para la comunidad médica.

Diversos estudios han tratado y siguen tratando de identificar las principales causas del síndrome de fatiga crónica. Si bien se han producido algunos descubrimientos interesantes hasta el momento, todavía no existe un consenso sobre el origen de esta patología. Se cree que podría tratarse de un trastorno de etiología multifactorial. Entre las hipótesis relacionadas con el origen del SFC, se ha hablado de alteraciones genéticas3, de modificaciones de las estructuras cerebrales4, de una disfunción neuroendocrina asociada a un estrés prolongado5, o de infecciones víricas6 (en particular de las reactivaciones del citomegalovirus [CMV] y del virus de Epstein-Barr [EBV]) y bacterianas persistentes (como las de Borrelia Burgdorferi, Babesia, Chlamydia trachomatis, Chlamydia pneumoniae, Mycoplasma pneumoniae, Candida spp., etc.).

También se han detectado alteraciones inmunitarias en los pacientes afectados por el SFC. Por ejemplo, un equipo de investigadores norteamericanos observó que estos pacientes presentaban índices elevados de numerosos tipos de citocinas7. Y, precisamente, se ha asociado niveles altos de interferón gamma con la fatiga que suele producirse tras muchas infecciones víricas, como ocurre en el caso de la mononucleosis provocada por el EBV.

Diagnóstico

Actualmente el diagnóstico del SFC se establece de acuerdo con los siguientes criterios, establecidos por Fukuda en 19941,2:

  • El paciente presenta fatiga que dura al menos seis meses, de causa inexplicable y capaz de reducir su actividad al menos en un 50%.
  • Este cansancio no desaparece con el reposo y se asocia como mínimo a 4 de los siguientes síntomas:
    • Trastornos de la memoria o de la concentración
    • Faringitis
    • Cefaleas
    • Ganglios cervicales o axilares engrosados y/o con dolor
    • Sueño no reparador
    • Mialgias (dolores musculares)
    • Artralgias (dolores articulares)
    • Malestar tras el esfuerzo físico

Sin embargo, dado que no existen análisis específicos para diagnosticar el SFC y que el cansancio es un síntoma común de numerosas enfermedades, antes que nada habrá que descartar que se trate, entre otros, de:

  • enfermedades reumatológicas y/o autoinmunitarias (poliartritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, fibromialgia, etc.);
  • enfermedades hematológicas y/u oncológicas (anemia, linfoma, etc.);
  • trastornos hormonales (hipotiroidismo, hipertiroidismo, diabetes mellitus, etc.);
  • trastornos neuropsiquiátricos (trastorno bipolar, depresión, etc.);
  • trastornos del sueno (apnea del sueno, narcolepsia, etc.);
  • enfermedades infecciosas (mononucleosis infecciosa, hepatitis, enfermedad de Lyme, etc.);
  • sensibilidad electromagnética o intolerancia ambiental idiopática atribuida a los campos electromagnéticos (IAI-CEM).

Para ello, resulta necesario realizar la anamnesis y una exploración física completa del paciente, con análisis de sangre y otras pruebas complementarias como la determinación del HLA (Human Leukocyte Antigen).

Una vez que se hayan realizado todos los diagnósticos diferenciales y se haya establecido el diagnóstico del SFC, con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente, habrá que explorar y tratar los factores susceptibles de desencadenar y/o perpetuar este síndrome, como son las infecciones, las intoxicaciones por metales pesados y por toxinas del ambiente, las carencias nutricionales, los trastornos relacionados con el estrés, los trastornos del sueno, las alteraciones hormonales, etc.

En todos estos factores siempre destaca un denominador común: un desequilibrio del sistema inmunitario. En este contexto, los análisis biológicos que pueden utilizarse en el abordaje del SFC son:

  • Tipaje linfocitario (para conocer el estado inmunitario del paciente)
  • Serologías vistas anteriormente (para identificar un posible origen vírico/bacteriano de la alteración de la respuesta inmunitaria)
  • Perfil proteico (para conocer el estado inflamatorio y nutricional del paciente)
  • Determinación de HLA completa (para estudiarlos factores genéticos que pudiesen estar influyendo)

Propuestas terapéuticas

Abordaje de la microinmunoterapia

En primer lugar habrá que instaurar un tratamiento que permita que el sistema inmunitario funcione mejor. Para ello, la microinmunoterapia me parece la opción terapéutica más acertada. Utiliza citocinas y ácidos nucleicos en distintas diluciones para corregir las vías de senalización inmunitarias que están alteradas y poder así ayudar al sistema inmunitario a recuperar su capacidad de coordinación, de autorregulación y de adaptación.

En función de los resultados de los análisis biológicos, se utilizarán las fórmulas de microinmunoterapia que mejor se adapten a la situación:

  • La fórmula MISEN, que tiene la finalidad de ayudar al sistema inmunitario a adaptarse frente al estrés crónico y equilibrar los niveles de glucocorticoides (cociente de cortisol/DHEA alterado).
  • La fórmula MIREG, creada para proporcionar al organismo las claves necesarias para optimizar los mecanismos mitocondriales, para restablecer la homeostasis alterada. Se le anadirá Coenzima Q10.
  • EBV, CMV, HERP o XFS etc. en los casos en que se produzcan reactivaciones víricas específicas.
  • Las fórmulas EID o EAI según la interpretación de la tipaje linfocitario (hiporreactividad o hiperreactividad, respectivamente).

Otros abordajes terapéuticos

Paralelamente, según el diagnóstico del paciente, también se deberán instaurar otros abordajes terapéuticos del tipo: quelación de metales pesados y de toxinas del ambiente, corrección de las carencias nutricionales y suplementación con minerales y vitaminas (por ejemplo, suelen existir carencias de vitamina D), apoyo a los emuntorios (fitoterapia, serocitoterapia, etc.).

Asimismo, se deberá tratar la disbiosis intestinal: corrección de la alimentación, L-glutamina, pre y probióticos, restablecimiento del equilibrio ácido-base. Y también se puede actuar sobre la regulación del sistema neurovegetativo a través de la auriculoterapia.

En caso de trastornos del sueno, es posible intentar resincronizar el ciclo sueno-vigilia con ayuda de la melatonina. Y si se producen apneas del sueno, hay que recomendar el uso de una ortesis de avance mandibular durante la noche.

Otras consideraciones

  • Tomar las precauciones necesarias para los pacientes con IAI-CEM (apagar el wifi durante la noche, etc.)
  • Advertir al paciente que el tratamiento se realizará durante un mínimo de 12 o incluso de 24 meses, pero que los efectos positivos deberían empezar a sentirse al cabo de entre 4 y 6 meses.

Conclusión

Como ya se ha mencionado anteriormente, el síndrome de fatiga crónica es una enfermedad de etiología multifactorial que se relaciona con muchas alteraciones de tipo inmunitario, neuropsicológico, hormonal, etc. Por tanto, el médico que quiera diferenciarse debe establecer una estrategia diagnóstica y terapéutica que permita considerar al paciente en su conjunto, es decir, como un ser vivo con sistemas interconectados y dependientes entre sí (efecto mariposa). El hecho de dar al paciente una hoja de ruta le da confianza, le da a entender que finalmente ha sido escuchado y comprendido y ello repercutirá inevitablemente en un mejor cumplimiento terapéutico.

Bibliografía

1. Natural History of Severe Chronic Fatigue Syndrome. Arch Phys Med Rehabil 80:1090-4 (1999).
2. Fukuda, K. The Chronic Fatigue Syndrome: A Comprehensive Approach to Its Definition and Study. Ann. Intern. Med. 121, 953 (1994).
3. Saiki, T. & Kawai, T, et al. Identification of Marker Genes for Differential Diagnosis of Chronic Fatigue Syndrome. Mol. Med. 14, 1 (2008).
4. Zeineh, M. M. et al. Right arcuate fasciculus abnormality in chronic fatigue syndrome. Radiology 274, 517-26 (2015).
5. Demitrack, M. A. Neuroendocrine correlates of chronic fatigue syndrome: A brief review. J. Psychiatr. Res. 31, 69-82 (1997).
6. Bansal, A. S., Bradley, A. S., Bishop, K. N., Kiani-Alikhan, S. & Ford, B. Chronic fatigue syndrome, the immune system and viral infection. Brain. Behav. Immun. 26, 24-31 (2012). 7. Hornig, M. et al. Distinct plasma immune signatures in ME/CFS are present early in the course of illness. Sci. Adv. 1, e1400121 (2015).

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